Durante el trayecto no se escuchaban más que conjeturas y deseos para el día: "yo creo que vamos a montar a caballo" decía uno, "yo quiero coger gallinas" pedía otro y así, hasta que el autobús se paró casi tres cuartos de hora después. Cuando bajaron, fueron a una sala en la que les dividieron en grupos pero antes de entrar, les dio tiempo a echar un vistazo al lugar en el que pasarían el día.
El sitio era idílico. Una decoración exquisita y una organización inmejorable. Espacios dedicados a la ganadería y distribuidos en departamentos para los diferentes animales, corrales exteriores para avestruces o cerdos, entre otros, y un estanque con patos y ocas. Además, los alumnos estaban encantados con la idea de que los pavos reales anduviesen sueltos por el recinto. También pudieron disfrutar de los talleres cubiertos que contienen diferentes proyectos. En esta ocasión, realizaron el proyecto "De la aceituna al aceite". Los chicos, guiados por los monitores que acompañaban a cada grupo de estudiantes, fueron testigos del proceso al que se somete la aceituna para conseguir el aceite. Lo que más les llamó la atención fue, sin duda, el momento en el que se prensa la pasta que se ha hecho con la aceituna y se obtiene el aceite.
Tras haber conseguido aceite y haber estado disfrutando del resto de actividades propuestas: montar a caballo, hacer tostas de aceite y visitar los animales, llegó la hora de recargar pilas. Para ello, y habiendo pasado por la fuente a lavarse las manos, dieron buena cuenta de una copiosa comida en un comedor perfectamente habilitado para ellos y en el que, un gran punto a favor de la organización, los monitores lo tenían todo previsto para suplir algunas necesidades especiales como celiacos, alergias o alguna dieta.
Después de la comida dieron un último paseo por las instalaciones y fueron a recoger todo lo que habían ido haciendo en las diferentes actividades: las tostas y un olivo que plantaron en la sección de jardinería. La jornada había llegado a su fin. Tras las despedidas pertinentes y el paso del testigo de los monitores a los tutores, los alumnos se montaron en el autobús para la vuelta al colegio. Los monitores, por su parte, entregaron a los tutores un informe en el que recogían el programa que se había desarrollado y en caso de que hubiese acontecido, cualquier tipo de incidencia. Otro punto más a favor de la organización.
Los niños disfrutaron mucho de la salida a la granja escuela. Aprendieron sin darse cuenta e hicieron una actividad que sale de la rutina del colegio, algo que siempre aporta beneficios para su formación. Los tutores vieron como sus alumnos se desenvolvían en un contexto diferente al de todos los días, y tuvieron la oportunidad de estar presentes en todas las actividades que ellos considerasen oportunas, debido a la libertad de movimientos que, en todo momento, la organización facilitó. Por último, resaltar la gran labor de cada uno de los monitores que acompañaban a cada grupo de alumnos por su dedicación, paciencia, y entrega.
Fue un día gratificante para todos.